Palabras para alcanzar el silencio
Entrevista. CARLOS RUNCIE TANAKA
Por Enrique Planas
El libro se titula "Una parábola Zen y 10 pequeñas historias. Y vaya si tiene recuerdos detrás. El primero, el descubrimiento de un manuscrito ilustrado por monjes Zen alrededor del 1200, parte de la colección del Metropolitan Museum de Nueva York. La parábola aludía a un niño que pierde un buey en el campo y sale en su búsqueda. Luego de atravesar diez etapas, logra acercarse al conocimiento y a la iluminación. El hallazgo enganchó un recuerdo: la portada de "Catch Bull at Four", uno de los discos de Cat Stevens en el que el hoy músico islámico reproducía el cuarto de los grabados, el del niño que sujeta al buey por los cuernos, impreso en el antiguo manuscrito.
Utilizó este recuerdo, a primera vista inútil, como eje articulador de una muestra retrospectiva organizada hace pocas semanas en el Centro Cultural Peruano-Japonés. A partir de aquella antigua narración, el artista encuentra historias paralelas que le recuerdan su relación con Japón, a veces real, a veces alegórica. La muestra generó un libro inclasificable, con textos a manera de haikus, poesía japonesa que le sirve de hilo conductor para recordar los hitos de su oficio como artista, su inicio como aprendiz que absorbe las pautas de la técnica y estética del trabajo en cerámica, así como de la cultura de la sociedad nipona.
"En realidad, es la primera vez que puedo hacer un libro personal, y no es un libro sobre Carlos Runcie Tanaka --advierte el artista--. Buenos amigos me han dicho que he desaprovechado el momento para poner en relieve mis instalaciones o mis logros. Lo que hago es ir por otro lado. Creo que si bien es un trabajo sobre mi relación con Japón, el Perú debiera estar allí".
Gran parte de la obra de artistas peruanos descendientes de japoneses se caracteriza por estar influenciada por el Japón más Pop, el que conocemos por los medios. El tuyo, en cambio, es el Japón más tradicional. ¿Existe un Japón verdadero?
El Japón es una sociedad vibrante, con una pulsación muy fuerte, un modernismo impresionante y un avance tecnológico muy expansivo. Sin embargo, es una sociedad que, a medida que avanza, arrastra una tradición. Yo solía pensar que el japonés era, de la casa para afuera, muy occidental, y que dentro era más oriental. Yo diría que en toda esa cultura pop, en el manga o los dibujos animados, hay una matriz de tradición cultural muy fuerte. Quisiera pensar que tiene que ver con un ritual muy profundo. Probablemente lo sienta así porque lo que fui a buscar allá fue una razón importante, personal: buscar la relación con mi abuelo japonés, Guillermo Shinichi Tanaka, a quien nunca conocí. Finalmente pude ubicar a su hermano y ver la casa donde nació. Yo tenía siempre esta necesidad existencial de definirme con respecto a Japón.
El Japón de tu memoria y de tu libro es el Japón "desenchufado", aquel donde no hay electricidad...
Así es. Como una anécdota, te digo que yo viví dos años sin electricidad y en condiciones muy austeras en Ogaya, en Gifu Ken (Prefectura de Gifu), un pueblo a 600 kilómetros al sur de Tokio, en el taller de Tsukimura Masahiko, uno de mis maestros. Eran condiciones muy básicas, muy austeras, no muy diferentes a las que existen en el campo del Perú. Es increíble cómo podemos convivir con ese sentido de contemporaneidad y vanguardia, con esa necesidad por lo nuevo y el vértigo del progreso y, sin embargo, uno no requiere de tanto para tener una vida sólida.
Una de tus obsesiones muy sintonizada con el Japón tradicional es tu trabajo con origami. En un poema de tu libro dices: "Son 126 pliegues/ todo un ejercicio contra el olvido"...
El origami es una disciplina muy antigua. Tiene mucho de ciencia. Al doblar el papel uno entra en un estado, casi automático. De alguna manera, ejecutando estos pliegues, uno va recordando y olvidando. Es una situación curiosa: con la práctica de cientos o miles de cangrejos de papel, uno tiene una relación automática con este oficio. Y hay algo que se recuerda a partir de él, un sentido de identidad. (En 1994, Runcie Tanaka, tras un accidente, quedó varado en una plaza al sur de Lima. Al despertar, se vio rodeado de cangrejos. A partir de entonces, este animal marcó profundamente su obra). Además de modelar, dibujar o crearlo sobre esferas de arcilla, yo necesitaba utilizar el papel para hacer cangrejos, como afirmando una relación con Japón. Sellar mi relación con el cangrejo a través del papel doblado fue una intuición muy fuerte.
"Repetir la acción de plegar papel o amasar bolas de arcilla/ ayuda a descubrir dónde está nuestra tensión": Es otro poema tuyo que tiene que ver con esa búsqueda...
Las diez historias del libro han tratado de asir ciertos momentos, muy específicos, imágenes muy poderosas utilizadas en exposiciones o instalaciones. Hubo una especie de río paralelo al encontrar la parábola Zen del niño que va en busca del buey que se le ha perdido. El buey es el conocimiento, la verdad, el estado de iluminación. Al final, luego de atraparlo, el niño decide dejarlo. Se da cuenta de que poseerlo no era lo importante. Supuestamente, dentro del budismo Zen, uno llega a sentir desapego por las cosas, a tener una relación más cordial con el entorno. Uno se vuelve más humano, deja de perseguir tantos sueños.
Curiosamente, quien visita tu casa plagada de objetos, tu idea del desapego Zen parece una contradicción...
¡Esto es totalmente lo opuesto! De tanta acumulación ya ni siquiera me fijo en los detalles o las piezas individuales. Si siento que, a veces, no participo tanto del ruido de una ciudad como Lima, pienso que es porque he creado ese ruido al interior de esta casa. Aquí hay un ruido muy especial, rumores, historias, presencias físicas de objetos y materiales. Y, sin embargo, todos los objetos están relacionados unos con otros. Tengo una gran avidez por poseer cosas y, sin embargo, después de un momento, las cosas no me significan más que una compañía en la búsqueda. Me pregunto si alguna vez seré capaz de limpiar todo esto y quedarme con un espacio vacío.
¿Con un libro como este, crees que la poesía puede generar otro espacio en tu trabajo?
Puede ser. He estado pensando lo que significa este libro. Es altamente visual; el manejo de la palabra no tiene tanto rigor como sí un fuerte sentido de intuición. Y sí, hay un acercamiento muy fuerte a la poesía. Yo he venido produciendo una obra que se insertó en el contexto de las artes plásticas, un trabajo de cerámica que entró en ese ámbito con una especie de mirada específica. Creo que con este trabajo desnudo un poco otras lecturas en los procesos que he venido construyendo. Por ejemplo, un músico como Cat Stevens (ahora Yusuf Islam) ha sido muy importante para este libro. Mantuvimos una relación a la distancia, una correspondencia breve; él me envió libros sobre el islam. De joven, yo lo admiraba tanto que probablemente hubiera seguido sus pasos como cantautor. Desvié mis manos y mi ritmo hacia la cerámica, pero creo que su música está muy presente en este libro, en la manera como se hilvanan las imágenes y los textos.
¿La influencia de los textos bebe más del haiku o de Cat Stevens?
Un poco de ambos, pero en el fondo son pequeños haikus, muy reflexivos. Casi como pequeños señuelos para abrir la mente del lector. A veces cito fábulas o historias que he recogido de la tradición japonesa y las anexo o transformo para dejar una lectura más abierta.
¿Crees que el silencio del haiku podría aplicarse para leer coherentemente toda tu obra plástica?
Las personas que he seguido y admirado generalmente me dan esa cualidad de silencio. Estoy pensando en alguien como William Blake, en escultores o artistas plásticos que admiro como Jorge Eduardo Eielson, Tilsa Tsuchiya, Isamo Noguchi. En mi caso, hay una afinidad del lenguaje muy fuerte por la búsqueda del silencio. Es interesante que se dé este espacio extraño porque busco un silencio y curiosamente en la música encuentro una resonancia fuerte. Creo que es a través de eso que encuentro una posibilidad de retiro, un espacio importante en el cual las cosas, o las palabras, dejan de ser lo que son a primera vista.
¿A raíz de tu cercanía con Cat Stevens, te entusiasmó en algún momento el islamismo?
No fue uno de mis intereses, y tampoco lo he seguido tanto, a pesar de que me hizo leer "El camino al islam". Creo que él había visto en este admirador suyo un prospecto para convertir, seguramente pensó que yo era un alma muy necesitada de esta espiritualidad. El islam no ha sido una posibilidad, aunque siento un profundo respeto por las religiones que arrastran no solo tiempo sino también una disciplina intensa. Quizás por mi paso por la filosofía, la experiencia japonesa y, sobre todo, la relación del oficio de la cerámica con el importante movimiento artesanal de Japón que se llamaba Mingei, en el cual no solo había ceramistas y artistas plásticos sino también pensadores tan importantes como Soetsu Yanagi, quien tenía el concepto del "artesano anónimo", basado en la idea de un arte que debía volver a la simplicidad del trabajo, desapareciendo así el ego, el nombre, la huella del artista. Yo no soy muy religioso, pero siento una búsqueda de espiritualidad muy fuerte a través de las cosas que hago. Siempre hay una búsqueda por dar significado a la existencia.
Para alguien que busca en el silencio un eco para su obra, ¿cómo te llevas con el ruido limeño?
Hace mucho que no recorro la ciudad a pie. Salgo muy poco al cine. Teniendo pasión por la música, nunca voy a un concierto. He dejado de lado los sonidos de la calle, sus estímulos. Y sin embargo uno no puede estar separado de su ciudad. Cuando haces una exposición, tienes una relación con ella. Yo prefiero la relación con el arenal que rodea la ciudad. Con el tiempo anterior al de la construcción de los edificios. Y eso se siente en el trabajo.
PERFIL
NOMBRE Carlos Runcie Tanaka
EDAD 49 años
TRAYECTORIA Luego de seguir estudios de filosofía, se dedica a la cerámica, realizando sus primeros estudios en el Japón. Trabaja la escultura y la instalación desde hace 20 años y ha expuesto sus trabajos en América Latina, EE.UU., Japón e Italia. Fue profesor invitado en prestigiosas universidades del Japón y Estados Unidos. Desde 1978 lleva un taller de cerámica artística, donde produce piezas utilitarias y objetos de cerámica gres. Ha representado al Perú en exposiciones de arte contemporáneo como la IV y V Bienal de La Habana, la 49a. Bienal de Venecia (2001), la 8ava Bienal de Cuenca y la 26ava Bienal de Sao Paulo (2004).
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