sábado, 26 de julio de 2008

La culpable, texto de Rodrigo Quijano

Quijano presentó mediante un texto a La Culpable, que como todos sabemos es un espacio de diálogo, debate y de conocimiento de los trabajos de una serie de artistas, nacionales y extranjeros, obran dentro del país.
Aquí una parte del texto -y publicado ahora en el último número de la revista argentina Ramona- presentado el 31 de mayo en el auditorio de arteBA en la conferencia: Hacia el salón del siglo XXI: más allá del centro de exhibición.

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La Culpable

Crisis institucional permanente, vacío museal, mercado estancado, estado avaro, país atrasado, sociedad de mierda, son algunos de los giros favoritos con los que se ha definido generalmente una escena cultural (y social) tan conocidamente deficitaria como la peruana. Surgida del centro de discriminación que definió la República hace ya casi 200 años, corregida y aumentada por los indigenismos y ciertos nacionalismos, erosionada por la larga agonía oligárquica, y finalmente resuelta en la figura heterogénea, multicolorida, popular, precaria y discontínua que conocemos el día de hoy, el gran perfil del viaje cultural nacional peruano parece estar en su desdibujado recorrido a través de todo el siglo XX. O al menos, así nos lo ha parecido siempre a algunos de quienes hemos surfeado con insistencia, de una manera u otra, sus aguas siempre inestables.

Y sin embargo, la escena de las artes visuales peruanas parece llegar al siglo XXI envuelta en una aparente atmósfera de inusitado éxito, aunque en la mirada menos alegre de otros, quizá de mero y promovido exitismo.

Antes de que ciertos nombres de artistas peruanos de la nueva oleada empezaran a circular internacionalmente y, específicamente, en la escena euronorteamericana a la cual migraron en su mayoría, el discurso plástico local estuvo y se mantuvo históricamente en la constante búsqueda de una inverosímil puesta al día de con los lenguajes internacionales y sus praxis, y de manera simultánea, constantemente alerta acerca de la relativa modernidad de sus propios contenidos. Pero desde hace poco más de una década, y luego de años de virtual aislamiento, dentro y fuera del discurso, las artes visuales peruanas sufrieron una abrupta reinserción a la órbita internacional y el precoz enfrentamiento a la demanda de un mercado simbólico consolidado en la región. Acaso en esa reinserción de shock –en cierto sentido similar y casi casi coincidente con los resultados del shock económico del régimen dictatorial fujimorista que produjo de la noche a la mañana 2 millones más de nuevos pobres peruanos- acaso en esa reinserción de shock inicialmente, digo, las artes visuales locales, ya enfrentadas a un nuevo orden, descubrieron de un día para otro que los discursos de su propia contemporaneidad artística habían agotado sus propios contenidos y que la mirada con la que cierta historiografía tradicional había decorado a sus héroes pictóricos favoritos, principalmente de la primera oleada abstraccionista en la postguerra, no tenía realmente asidero en sus pretenciones internacionales y mucho menos en los cambios reales de la reciente cultura peruana contemporánea.

Parte esencial de aquella reinserción a la prepo fueron las brevísimas pero eficaces apariciones de las Bienales de Lima, tanto en sus versiones nacionales e iberoamericanas, entre los años 98 y 2001. Surgidas al amparo financiero de la competencia de dos grandes corporaciones de telefonía que buscaban imponerse en el mercado, esas bienales desaparecieron una vez resuelta esa competencia, pero así y todo permitieron una breve y primera incursión de la escena artística peruana en el orden del proceso regional de este siglo y, en cierto modo, de los millones ahí invertidos en aquel proceso “chorreó” –como dice cínicamente el conocido dogma- alguito para la escena, pero institucionalmente no perduró y el pequeño fulgor del que se cubría se extinguío al cabo, en una nueva implosión. ninguna sorpresa.

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El texto completo lo pueden leer aquí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿como todoso savemos?? yo no sabía