Bajo el título de J. Castilla-Bambaren y la imaginación de América Latina comparto con ustedes el texto íntegro para esta muestra.
Calificar hoy a un artista de expresionista equivale a confesar que no se sabe que etiqueta ponerle, más aun si se utiliza ese término antepuesto del prefijo neo. Al hablar de neoexpresionismo hay un implícito reconocimiento: expresionismo es el nombre de un movimiento que ha comienzos del siglo XX se dio particularmente en Alemania pero que tuvo su gran antecedente en las obras de Van Gogh. Por lo tanto, neoexpresionismo significa relacionar con aquella vanguardia a artistas posteriores. De esta manera, ese calificativo impide una real aproximación a ellos, a lo original de cada uno. Pero como se trata, por lo general, de clasificar –como quién agenda nombres en una libreta- la creación artística para contenerla a esta, y poder así dominarla, evitando que nos moleste, se ha instaurado, particularmente en América Latina, un vicio que es el de afrontar lo propio haciendo referencias a la historia del arte occidental y a los países llamados centrales.
He hecho, esta aclaración como manera previa a abordar la obra de Jorge Castilla-Bambaren, a quién se lo suele calificar de neoexpresionista como si así se definiese algo respecto a su obra. Ni siquiera este término sirve –como en algunos otros casos- para señalar su pertenencia a una familia artística diferente de la geométrica, porque él también se nutre de esta experiencia.
Con esta costumbre viciada se olvida la famosa sentencia de Rimbaud: “Yo es otro. Si el cobre se despierta clarín no es por su culpa”. El término expresionista pone el acento en el yo olvidándose de lo otro que deviene en el acto creativo. Así como uno sabe lo que va diciendo en la medida en que lo va formulando, el artista sabe la imagen que va enunciando en la medida que la va haciendo, y allí surge la sorpresa de la obra. Es así que Castilla-Bambaren, como auténtico artista que es, ha ido conociendo al otro Castilla-Bambaren, el que se va formulando a través de su obra: Él nos revela las presencias que nacen de su mano de pintor, de las cuales es el primer contemplador. Vienen del caos creador -lo que Gilles Deleuze define como “caos–germen”- y quedan así fijadas inmóviles ante nosotros (un nosotros que lo incluye a Castilla-Bambaren) como si fuesen eternas. Con fuerza y precisión, él las define como si viniesen de un cuento para niños, pero para esos infantes que lo somos todos, más allá de las edades. Estas presencias ominosas, amenazantes, él nos las presenta como si fuesen mascotas, ya que a lo largo de su vida ha ido tomando confianza con ellas. Su salvajismo es su dignidad de artista. Castilla-Bambaren se ubica frente al mundo como un primitivo, sintiendo que este lo excede. Pero en este caso, el “exceso de objeto”, del que habla Levi Strauss, es más cultural que natural.
Al negro profundo y grueso del trazo definitorio de su imagen, el color categórico lo complementa (como el adjetivo al sustantivo). No obstante, la fuerza de las imágenes es tal que –como en otra ocasión lo ha hecho- puede definirlas en blanco y negro. Paradójicamente, ellas se estructuran con una presencia de piedra pese a su conformación orgánica.
Su bestiario es la consecuencia de un hombre de América Latina –más precisamente de Perú, a cuyo pasado precolombino el homenajea en su hacer como si aun estuviera presente- que asume su contexto reinventándolo.
Sus imágenes están más allá del drama de nuestro continente pero solo de él pueden haber nacido.
¿Se entiende ahora que el concepto de expresionismo individualista no le corresponde a su obra?
Castilla-Bambaren pertenece al grupo selecto de artistas que contribuyen a imaginar a América Latina.
Luis Felipe Noé
Buenos Aires - Argentina 2008
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