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TAKANAKUY
PUÑETES Y PATADAS A 3,600 M.S.N.M.
ESPECTÁCULARES FOTOGRAFÍAS Y VIDEOS, CARTELES Y ATUENDOSDE LAS PELEAS RITUALES EN SANTO TOMÁS Y LLIQUE,CHUMBIVILCAS, QOSQO (CUSCO)
Inauguración y lucha:
Martes 4 de noviembre de 2008, 7:30 PM
Curaduría, investigación, fotografías, videos:
Daniel Contreras / Sophia Durand
Ensayo antropológico:
Harold Hernández Lefranc
Lugar y horario:
MICROMUSEO ("al fondo hay sitio"), PARADERO HABANA
Proyecto acogido por el Espacio de Arte del Café Bar Habana
Calle Manuel Bonilla 107, Miraflores Lunes a sábado, 6 p.m. – 1 a.m. (Domingo: día de guardar)
Como parte de los prolongados esfuerzos de MICROMUSEO ("al fondo hay sitio") por indagar en los orígenes y expresiones culturales de las múltiples violencias peruanas, este martes 4 de noviembre a las 7:30 p.m. se inaugura en su Paradero Habana una exposición insólita: Takanakuy. Puñetes y patadas a 3600 m.s.n.m.
Se trata de un impresionante despliegue de elementos y registros vinculados a las peleas rituales celebradas durante cada Navidad en el poblado de Santo Tomás y en el aledaño caserío de Llique, en las alturas de Chumbivilcas, distanciados de la ciudad del Qosqo (Cusco) por trece arduas horas de dudosa pista y de trocha dizque carrozable. Obtenidos en 2007 por Daniel Contreras y Sophia Durand, los letreros, ropajes, fotografías y videos que conforman esta muestra recorren y revelan muy diversos aspectos de la celebración sangrienta de decenas de retos y duelos individuales alentados por la festiva multitud que especta e incita y participa.
La muestra ofrece así una oportunidad excepcional para adentrarse en este ritual complejo, tan significativo como casi inexplorado, al que sin embargo en ocasiones se le compara con el paradigmático taky onkoy, aquella taumaturgia colectiva a través del baile que ha tenido tan profundas consecuencias religiosas y políticas. Paralelos que aquí se ven enriquecidos por el contraste con la tragedia griega, tal como lo sugiere el antropólogo Harold Hernández en el notable ensayo especialmente realizado para este proyecto, donde opone las violencias del takanakuy a las que enfrentaron a Eteocles y Polinices, los hermanos enemigos cuya rivalidad terrible adquiere dimensiones mortales en la clásica obra de Esquilo, Los siete contra Tebas.
A diferencia de la derrota universal implícita en ese drama, el takanakuy generaliza el triunfo, incluso para los perdedores, al contener y encauzar la violencia entre paisanos. "El takanakuy es la buena violencia que expulsa la mala violencia", sostiene Hernández: "Y en ese sentido hay una función catártica de las peleas y del flujo o reciprocidad de violencias". Una violencia que también repara y une, según la visión complementaria de los curadores Contreras y Durand, para quienes "se trata de un rito en el que, a través de puñetes y patadas, se dirimen las cosas: se afianzan o terminan las relaciones, se pierde una mujer, se gana un hombre, un caballo, una vaca, un pedazo de tierra. En resumen, una catarsis colectiva que anualmente ajusta, regula, los engranajes de esta sociedad campesina".
A la importancia tanto testimonial como teórica de esos aportes se le suma el impacto también formal y artístico de las precisas imágenes expuestas junto a los llamativos carteles y atuendos creados por los campesinos para sus propias necesidades de expresión y representación. El conjunto así logrado fricciona las categorías discriminadas que suelen segregar a nuestra praxis cultural en absurdos compartimentos estancos. Entre tantas otras cosas, esta muestra propone un avance adicional en las arduas batallas libradas por MICROMUSEO por la desjerarquización de cualquier noción mistificada de arte, reintegrándolo sin privilegios a la condición más amplia de cultura material de la que necesariamente forma parte.
En ese espíritu, la exposición se inaugurará con un despliegue actualizado de retos y duelos a realizarse en el mismo espacio exhibitivo por los bravos hijos de Chumbivilcas radicados en Lima. Quienes asistan lo harán a su propio riesgo.
(Post data: sin proponérselo, MICROMUSEO programó este ritual para una fecha que marca los doscientos veintiocho años de la sublevación de Túpac Amaru II. El azar no existe).
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